En antropología suelen considerarse, como los grandes saltos evolutivos de la especie humana, el desarrollo de la capacidad de caminar erguidos y la utilización del dedo pulgar como pinza. Sin embargo, se ha demostrado que existe otro hecho que ha marcado la evolución del ser humano hasta el punto de permitirle acceder a la cúspide del desarrollo intelectual y de la cadena alimentaria: la introducción de la carne en su dieta.
Según recuerdan desde la plataforma Carne y Salud, fue el Homo erectus el primer homínido que empezó a consumir carne, hace 2,6 millones de años. Las recurrentes sequías y la consecuente falta de alimentos de origen vegetal empujaron a nuestros antepasados a buscar alternativas de origen animal para compensar su dieta, aprovechando también la mejora en las armas de caza y su pericia en este campo.
Fue así como la carne se convirtió en un pilar fundamental de la dieta del ser humano. Incluso, añaden en Carne y Salud, hace 10.000 años este alimento suponía casi el cien por cien de la ingesta diaria debido al descenso del consumo de alimentos vegetales.
Las calorías que proporcionaba la carne imprimieron más potencia y capacidad al cerebro del ser humano, lo que favoreció su desarrollo intelectual.
El paso de los alimentos vegetales a la carne
El ser humano redujo su ingesta de alimentos de origen vegetal debido al bajo valor nutritivo de productos como hojas, raíces y tallos, que poseían un alto contenido en fibra no asimilable, como la celulosa, y por esa razón eran poco aptos para el consumo.
Tampoco las legumbres, a pesar de su mayor contenido en proteínas que los cereales, satisfacían plenamente las necesidades de nuestros antepasados, ya que carecían de aminoácidos esenciales, vitaminas como la B12 o el hierro, nutrientes que sí se encuentran en productos de origen animal.
Antes del descubrimiento del fuego, la carne era consumida cruda y molida gracias a rudimentarias herramientas. A partir de la llegada de la posibilidad de cocinar, los homínidos experimentaron cambios en sus cuerpos, que se expandieron y estilizaron, y en su cerebro, que aumentó su tamaño. A partir de ahí se irían modificando la mandíbula, las encías y los dientes.
En definitiva, lo que somos hoy se lo debemos, en gran parte, a la carne.